MIÉRCOLES 24 ABRIL, 2024

Alonso lo hizo mediocre

Lunes 02 de septiembre de 2019

La irregularidad de Rayados obedece a patrones naturales: a la falta de un estilo asentado, al cambiante criterio de Alonso que no hace más que demorar ese asentamiento y al bajo nivel de varios jugadores porque la ciclotimia reinante los absorbió.

Este combo lo está liquidando a Rayados. Puede ganar algún partido por peso específico o talento individual, pero hace rato que colectivamente el equipo no lo es como tal. Si acaso se acomodó mejor en algún primer tiempo frente a rivales menores, pero hasta ahí.

El haber ganado la Concacaf le hizo un daño a Alonso. Creyó que ya había consolidado el proyecto cuando en realidad fue una finísima corriente de aire fresco en medio de un temporal. Ese Rayados fue campeón por muchas otras cuestiones aleatorias, menos futbolísticas.

Por eso no es curioso que Rayados aún tenga una inmadurez colectiva brutal. El holandés Janssen, por ejemplo, no debe entender aún para qué lo trajeron a un equipo que, por características, no tiene cabida. Es él o Funes Mori.

Los dos no pueden estar, aunque Alonso, en su desesperación, se empecina en duplicarlos en aras de sumar más piernas sin importar que lo que resta es calidad y contenido.

Tampoco Pizarro debe estar muy cómodo en una función compartida con Maxi Meza, otro que todavía no sabe si ir por adentro, por fuera o, de plano, también debe ser forzado a ser contención para mantenerse en el equipo.

Vangioni se siente borrado y a Nico Sánchez, ese plan de salir jugando desde atrás, le acumula más traumas que soluciones. La simple es tirar el pelotazo largo para que lo resuelvan los de arriba.

Intentar coser jugadas desde atrás para terminar pateando hacia adelante es un rasgo conceptual inútil. Se pierde el procesamiento de la acción y todo queda supeditado a lo que salga, a alguna inspiración, a alguna corrida veloz o, a alguna casualidad.

Eso es Rayados: un equipo librado a las concesiones que le presenta el partido y trata de aprovecharlas. Nunca garantiza más de lo que le puede dar un gol.

Por eso fue obvio que un rival como Juárez, que lo exigió desde lo físico y lo atoró por las bandas, consiguió ganancias valiosísimas, incluso, muy cerca de Barovero.

Alonso cree que su equipo está por encima del resto porque la abundancia de nombres propios le permite mutar a distintos parados. Lo que no se da cuenta es que esos enjuagues tácticos confunden y le recorta campo de acción a sus futbolistas.

Contra Juárez jugó en algún momento con Pizarro, Meza, Pabón, Janssen, Funes Mori y tantos otros de vocación ofensiva como Gallardo o Layún.

O sea, Alonso se fue hacia el otro extremo: de defender como equipo chico a atacar de manera desproporcionada como en el llano. En los dos sentidos, es un síntoma mediocre.

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