JUEVES 25 ABRIL, 2024

Enseñarle al jugador

Lunes 23 de noviembre de 2020

Todo modelo de enseñanza contiene los tres principales componentes del ciclo didáctico: la planificación, la implementación/realización y la evaluación. Y el futbol no escapa a esta teoría.

En la enseñanza de los deportes colectivos como el futbol, los modelos más utilizados son los técnicos y los tradicionales. Sin embargo, desde hace algunos años, muchos entrenadores han desarrollado modelos alternativos que convergen en las mismas preocupaciones.

Se ha considerado al juego como un espacio de problemas, se le ha dado más importancia a la comprensión, a la toma de decisiones del futbolista, y se ha orillado al jugador a ser un constructor activo de su propio aprendizaje.

El futbol es un juego de situaciones de oposición activa y rico en situaciones de gran imprevisibilidad. A lo largo de un partido, los jugadores son confrontados con problemas de elevada complexidad, cuya resolución no contiene una única respuesta.

El futbolista depende, en gran parte, de diversos factores (espacio, tiempo, balón, compañeros, rivales), además de su estado físico, psicológico y emocional.

Es por ello que en juegos cuyo entorno es de elevada incertidumbre, los futbolistas tendrán que saber elegir, tomar decisiones y ejecutar acciones por su propia cuenta. Jugar bien no es jugar lindo, sino saber elegir, decidir y ejecutar correctamente durante un partido. Si el futbolista no sabe qué hacer ni cómo hacer, no resolverá ningún problema. No suma.

De ahí que el éxito de los jugadores durante un partido dependerá mucho del plan de decisión, de su capacidad de resolver y de su lectura y comprensión del plan táctico-estratégico.

En síntesis, el futbolista debe exponer un conjunto de capacidades: capacidad para seleccionar las mejores soluciones para los problemas del juego; capacidad para ejecutar de una manera eficaz las soluciones encontradas y capacidad para jugar en equipo.

Por lo tanto, para que la coordinación grupal sea alcanzada, importa que todos los jugadores del equipo orienten los comportamientos tácticos por los mismos principios.

Y dichos comportamientos se basan en los siguientes principios fundamentales: 4 ofensivos (penetración, cobertura ofensiva, movilidad y espacio) y 4 defensivos (contención, cobertura defensiva, equilibrio y concentración).

Sin embargo, los principios fundamentales del juego, por sí solo, no conducen a un efectivo "jugar en equipo", a un "jugar especifico", o a un "jugar con identidad". Para que eso pueda pasar en la cancha, los principios fundamentales necesitan ser, por un lado, respetados por todos los jugadores del equipo y, por otro, integrados y coordinados en un todo coherente.

Esto último le da forma a un modelo de juego, que es una idea constituida por principios y subprincipios representativos de los diferentes momentos dentro de un partido que se articulan entre sí. De lograrse, se manifiesta una organización funcional muy propia.

Sin embargo, no siempre es muy sencillo llevar la teoría a la práctica y mucho menos amalgamar un modelo de juego. Es muy importante una alta compatibilidad de las capacidades perceptivas, cognitivas y motora de los jugadores.

Dicho de otra manera, hay que tener los jugadores idóneos para que se puedan desenvolver en situaciones tanto simples como complejas. Encontrar a ese futbolista no es fácil, pero ya es responsabilidad del entrenador enseñarle.

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