Sábado 28 de noviembre de 2020
Tranquilos, mis felinos, tranquilos...
Esto es un asunto de talento. Si la Máquina arrolló a los de Tuca no tuvo nada más que ver que una superioridad manifiesta, jugadores más comprometidos, con personalidad, mejor manejados y futbolísticamente superiores.
Si Cruz Azul tiene cuatro o cinco jugadores talentosos y Tigres tiene uno, te van a ganar, como sucedió.
Escobar, Orbelín, Rodríguez y Romo fueron la diferencia de un plantel que sabe a qué juega contra un Tigres que sólo tiene a un Gignac y 10 más que arrastran la pelota al frente y le pegan como pueden.
La prueba de que su futbol es predecible, esclerótico, oxidado, es que al minuto 92 seguían jugando a la misma velocidad, a lo mismo, con pases laterales y tratando de arrastrar la pelota como quien lleva un costal de papas a la espalda.
Ya cuando se la dan al Chaka, la conduce solo por la banda con su trote cansino -¿alguna vez habrá corrido este muchacho- y el balón se le escurre por la línea de pintura blanca, sin presión alguna de por medio... No hay mucho por hacer.
Un Cruz Azul que se dio el lujo de dejar en la banca a Caraglio y Santi Giménez porque no los necesita. Jonathan Rodríguez se hace cargo de todo el baile. Con el soporte de Escobar, Orbelín y Romo, el mejor volante mixto de la Liga, no tiene por qué sufrir.
Si estos cuatro saben jugar al futbol, superarán por mucho a una escuadra que sólo tiene uno: Gignac. Los demás, son buenos muchachos, pero tibios, anodinos, sin sangre en las venas. Nunca verás a ninguno corriendo, a menos que sea para corretear a alguien que les quitó el balón, pero cuando ellos la tienen, avisan a todo mundo qué van a hacer y encima lo hacen en cámara lenta. Desesperante.
Ya me imagino a Carioca o a Dueñas tratando de explicar en el kínder de sus niños cuando les preguntan en qué trabajan: "Juego futbol. Técnicamente, me dan la pelota y con un pie y se la doy a otro que está a tres o cuatro metros".
A los fans felinos les encanta que les den atole con el dedo.
Sin los Sobis, Zelarayán o Vargas, sin Leo Fernández o Nico López, infectados de mediocridad, la tradición felina implica contagiar a los que sabían jugar y acá les limaron las garras.
A ese equipo le falta alma. Me extraña porque Ferretti era un jugador fiero, como es en la banca. No le gustaba perder y cuando le pegaba a la pelota, trataba de romper la red. Tú ves a Tigres y sabes que si tuvieras un equipo contratabas a Dieguito, a Dueñas, a Torres Nilo, a Aquino o Luis y Julián para que te cantaran un corrido en una fiesta, pero no como jugadores.
Estos Tigres no hacen honor a su nombre. Mil veces aquellos jugadores de Carlos Miloc, como Paco Sánchez, Hincapié, Lupe Zavala, Alex Izquierdo, Rergis, Batocletti, que no eran los mejores técnicamente, pero se partían el alma en cada acometida. Acá, Cabecita puede engañar a Reyes y el chamaco se va y deja pasar al uruguayo para que acribille a Nahuel.
Supuestamente este equipo le teme al Tuca y es muy ordenado tácticamente. Mentira. Hacen lo que les da su gana. No saben disputar una pelota con fiereza y por eso cometieron errores puntuales en los tres goles. Los Quiñones no entiendo por qué alinean. Si no aportan algo, te hace pensar que existe un compromiso de otro tipo para que estén apareciendo cada juego.
A mí no me digas que son unas maravillas, a mí dime cuántas pelotas recibiste, disputaste y ganaste con un rival; cuántas entregaste bien, al hombre, al espacio; cuántos centros y tiros a puerta hiciste y sobre eso platicamos. Andar ahí trotando de un lado para otro no es jugar futbol, señores. Ya lo dijo el inmortal Johan Cruyff: "Jugar al futbol, cualquiera; ya jugarlo bien, eso sí ya es más complicado”.
Comenzaba otro partido del Tigre y la esperanza rondaba por ahí. Siempre. Los de San Nico ilusionaban a la clientela que por toneladas los apoyan y esta vez alentaban desde casa ante la imposibilidad de hacerlo en un estadio frío, en silencio, que no estuvo para abuchearlos al final por el numerito exhibido.
La raza se emocionó cuando Aquino por ahí de los 16´mandaba un frentazo a las manos de Corona, algo que le sucede siempre a todos, si no eres un cabeceador preciso tipo Borguetti, De Nigris, Peláez o Peralta.
Y sucedió lo que tenía que suceder. Si tienes más jugadores en tu formación que saben qué hacer con la pelota, que tú, te van a ganar. Los celestes, un equipo históricamente gris, sin alma, frío, que ni siquiera llena su estadio en una metrópoli de 25 millones de habitantes, de pronto tiene varios jugadores con talento y se enfrenta a otro equipo igual de gris que ellos, pero con menos recursos futbolísticos.
Por eso sucedió lo que ustedes vieron. No tiene vuelta de hoja.
Ya este domingo veremos si puede despertar, pero no creo.
Sería un milagro si logran darle vuelta al marcador.