Lunes 04 de enero de 2021
La Liga MX Femenil está avanzando en su aprendizaje. Aún no sabe mucho dónde está parada en la medida que se va topando con obstáculos en un negocio todavía nuevo, desafiante y, hasta si se quiere, con rasgos machistas.
De por sí, es difícil para las protagonistas ganarse un espacio en un futbol femenil al que llaman "profesional", pero que tiene enormes desigualdades de gestión y trabajo, salarios de risa, contratos ninguneados y con un evidente trato amateur al grueso de las jugadoras.
La doble moral que rodea a la Femenil es mucha. Se insiste con meterle en la cabeza a todo mundo de que existe un "crecimiento", pero es una expresión más mediática que real. Decir crecer es fácil. Habría que preguntarle qué piensan los clubes menos acaudalados. Y más aún, a las jugadoras de esos equipos.
A muchos les encanta soplar este humo; a otros, venderlo, mientras la Liga camina hacia una evolución que futbolísticamente le cuesta.
Es una Liga de tres o cuatro equipos y el resto está de relleno.
En más de tres años, la película es la misma. Es mentira que la brecha se ha acortado. Las diferencias son las mismas o quizás más amplias entre los que le meten ganas y los que cumplen. Lo único que ha crecido, eso sí, es el interés por negociar mejor la categoría, pero con beneficio sólo para la clase alta del futbol.
Tener difusión o una notable exposición mediática no le sube el nivel a la Liga Femenil. Muchos entienden que la propaganda le da valor comercial a la Liga. Probablemente, sí, pero el paquete está incompleto. Competitivamente carece de fuerza y estructuralmente, en líneas generales, está muy frágil.
A los directivos de clubes y de la Liga MX les conviene, hasta perversamente, darle estatus a un torneo que, en el fondo, no lo tiene. Llamarle "profesional" a la Liga invita a patrocinadores a arrimarse a la categoría. El chiste es que los equipos y la Liga ganen. A nadie le importa si también ganan -o no- las jugadoras.
En fin, en un contexto donde no todos están interesados en tener buenos equipos, pero sobre todo, competitivos, no se puede hablar de un crecimiento como tal.
Porque, además, está lo otro, lo que se busca disimular: el machismo. Esto le impide a la Liga Femenil ser autónoma e independiente como sucede en otros países. Aquí todo está atado a la varonil. Si un equipo desciende, desaparece también la femenil. La mayoría de los proyectos en esta categoría son para taparle el ojo al macho.
Muchas de las decisiones que se toman en favor de la Femenil es por obligación, como por obligación fue que comenzó toda esta movida de la Femenil en México.
Existe esa sensación de que todo es forzado dentro de un contexto machista y para muestra, un botón: Tigres Femenil, el mejor equipo y más ganador de la categoría, presume en su playera, todas las estrellas que ganaron los varones.
Si algo le falta a la Femenil, es precisamente eso: que la dejen tener su propia identidad. Cuando suceda esto, recién ahí empecemos a hablar de crecimiento.