Lunes 04 de enero de 2021
Dentro del análisis de los partidos es indispensable observar todos los factores clave, ya sea de nuestro equipo o del rival. En la entrega anterior les hablé de la organización ofensiva del juego, hoy me enfocaré a las transiciones: defensiva y ofensiva.
La transición defensiva es un momento dinámico del juego que se activa con la pérdida del balón y donde el equipo procura evitar que el rival explote el eventual desequilibrio defensivo.
Es importante distinguir la fase del parado en ataque del equipo, primero, el cambio de actitud, y segundo, ligarlo con la organización defensiva.
Cuando hablamos del parado en ataque, hablamos del posicionamiento de las diferentes líneas de cobertura. El cambio de actitud varía de más agresivo o más pasivo, atendiendo a su velocidad o rapidez de cerrar el centro del juego y las líneas de pase, ya sea individual, sectorial o colectivamente.
Así, en un primer momento podemos identificar un cambio de actitud para recuperar el balón, retardar la salida del rival o bajar el bloque y compactar. Aquí, necesitamos también identificar cómo lo hacen por líneas, la zona hacia donde orientan la salida del balón, igual que la velocidad de reposicionamiento de las líneas. Si lo hacen con o sin presión sobre el balón.
El segundo momento se refiere a la capacidad de conquista de segundas jugadas, resultantes en una segunda y peligrosa oleada de ataque.
Antes de que el equipo se organice defensivamente, debemos analizar la capacidad que tiene para conectarse entre líneas, o sea, de reorganizar el bloque, mirando al mismo tiempo las principales dificultades que existen para recuperar el balón y los principales espacios explotados por los rivales, dependiendo de la calidad del rival, de la actitud defensiva de los jugadores y su dinámica de posición y coordinación a lo largo de este momento.
Por su parte, la transición ofensiva se refiere al momento después de que el equipo recupera el balón y procura sacar ventaja de la defensa rival.
Si el adversario está desequilibrado, el traslado debe ser rápido y agresivo buscando la profundidad. Si el rival está equilibrado, se busca más la seguridad y la posesión. En ambos casos, se evalúa la capacidad del equipo para detectar esos momentos.
Además, en el análisis, buscamos identificar a los jugadores de división (estaciones de pase), si buscan amplitud y/o la profundidad y cuáles son los espacios privilegiados de progresión.
Luego debemos percibir cómo retiran el balón de la zona de presión (o de mayor concentración) y la tipología del pase (horizontal y vertical). Es importante detectar si existen perdidas, en qué zona y qué jugadores. Si se "queman" estaciones de pase o si la opción de salida es más sobre el lado abierto o cerrado.
En cuanto a la conexión con el momento siguiente, verificamos cómo se procesa la llegada de la segunda oleada, vemos si la acción es hasta la finalización, o si se retarda la acción ofensiva para compactación (subida y apoyo de todo el bloque).
Por último, tenemos que tener muy en cuenta otros conceptos importantes, como el tema de los balones parados. ¿Cuántos partidos no se ganan a balones parados? Para nosotros, los entrenadores, esta estrategia representa siempre un dolor de cabeza. Requiere un constante perfeccionamiento, pero de esto les platicaré en la próxima entrega.