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América parecía tener la Final encaminada, pero la falta de serenidad y control emocional volvió a reflejarse en errores, de los que no pudo recuperarse.

Por Betsy Hernández | FOTO: Gilberto Galván

Lunes 24 de noviembre de 2025

América Femenil volvió a quedar a deber en una instancia definitiva. La Final del Apertura 2025 ante Tigres se resolvió en 180 minutos en los que las azulcremas demostraron momentos brillantes, pero también las mismas debilidades que históricamente les costaron títulos.

Ni el impulso de su afición en el Estadio Ciudad de los Deportes ni la propuesta ofensiva mostrada en ambos partidos fueron suficientes para sostener una serie que terminó inclinándose por la solidez, madurez competitiva y contundencia de Tigres.

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En la Ida, el discurso de Ángel Villacampa fue claro: había que ganar sí o sí en casa, aprovechar un estadio repleto de apoyo y un entorno diseñado para tomar ventaja. Y durante el primer tiempo, América cumplió el guión a la perfección. Las azulcremas dominaron, impusieron ritmo y se fueron al descanso con un contundente 3-0, producto de dos penales convertidos por Scarlett Camberos e Irene Guerrero, además del tanto de Sarah Luebbert.

Sin embargo, lo que parecía un golpe de autoridad terminó convirtiéndose en un espejismo. Conforme avanzó el segundo tiempo, América perdió personalidad, serenidad y control emocional. Tigres, en cambio, leyó el partido con precisión: los ingresos de Stephany Mayor y Thembi Kgatlana revitalizaron al equipo, que no solo empujó líneas, sino que encontró espacios donde antes no los había. Ambas marcaron, y el gol de Jheniffer Cordinali selló una remontada que transformó un 3-0 americanista en un 3-3 cargado de impulso anímico para las felinas.

Ese empate no definía la serie, pero sí cambió la narrativa. América, que tuvo todo para encaminar la Final, dejó dudas; Tigres, que estuvo noqueado, recuperó vida, confianza y convicción.

Así, llegó el duelo definitivo en el Estadio Universitario de Nuevo León, donde la fiesta se tornó completamente auriazul. Con un estadio prácticamente lleno de afición felina y una atmósfera que suele pesar, América repitió su alineación titular y, durante los primeros minutos, buscó proponer, presionar y atacar con dinamismo. Pero nuevamente, un error puntual desató el colapso.

La jugada decisiva nació de un mal entendimiento en la zaga defensiva entre Annie Karich y Annia Mejía, un intento de pase hacia atrás que terminó convirtiéndose en un balón regalado a Diana Ordóñez, quien definió frente al arco con frialdad para el 1-0.

Y como tantas veces ocurrió con las Águilas en Finales recientes, el golpe emocional fue demasiado profundo. América no supo recomponerse, perdió claridad, aceleró sin ideas, y el peso de la presión comenzó a desbordarlo. La mente le volvió a jugar en contra: errores acumulados, decisiones precipitadas, la expulsión de Nancy Antonio y una ofensiva que se fue apagando conforme Tigres se fortalecía desde la experiencia.

La última media hora ejemplifica por qué América volvió a quedarse a la mitad del camino. Tigres controló los tiempos, cerró espacios, enfrió el partido y administró el marcador con autoridad. Las felinas no necesitaron más para coronarse. América, en cambio, quedó atrapado en un patrón ya conocido: cuando comete un error grave en una Final, se derrumba emocionalmente y no encuentra las herramientas para levantarse

La derrota confirma un problema de fondo para el proyecto de Villacampa: América puede competir, dominar y brillar, pero sufre para cerrar partidos grandes. Y esa incapacidad, evidenciada una vez más ante Tigres, terminó costándole otro título que parecía, por momentos, estar en sus manos.

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