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La dolorosa consistencia de América Femenil de Ángel Villacampa en las Finales

Por Betsy Hernández | FOTO: Mexsport

Lunes 24 de noviembre de 2025

En América Femenil la historia parece repetirse con dolorosa puntualidad. Desde la llegada de Ángel Villacampa en el Apertura 2022, el equipo ha experimentado una transformación profunda: identidad definida, un poderío ofensivo temible, presión alta como sello táctico y una consistencia envidiable tanto en Fase Regular como en Liguilla. Sin embargo, en la instancia donde la gloria se disputa sin margen de error, tropieza. Y cada torneo, el golpe se siente más fuerte.

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Las cifras son elocuentes: seis Finales disputadas en siete torneos al mando de Villacampa, pero solo un título, aquel Clausura 2023 frente a Pachuca con global 4-2. El resto del expediente está marcado por derrotas inesperadas, un patrón que ya prende alarmas entre el entorno americanista. Un equipo que domina durante meses termina por derrumbarse cuando la presión alcanza su punto más alto.

Una de las causas más visibles es el peso emocional. Este América ha mostrado que, cuando aparece un error clave, la reacción suele ser lenta y errática. La memoria reciente es contundente y la sensación de bloqueo se mantiene hasta hoy.

La Final del Apertura 2025 fue casi un espejo del pasado. Las Águilas arrancaron la Ida con una primera mitad impecable, dominadora, contundente, y construyeron un 3-0 que parecía sentencia. Pero los fantasmas regresaron. La presión interna, el miedo a repetir la historia, empezó a consumir al equipo, que cedió terreno, intensidad y calma. El 3-3 final frente a Tigres, en su estadio y con su gente, golpeó más allá del marcador: dejó sensaciones de fragilidad y de haber regalado el control.

Para la Vuelta, el equipo llegó anímicamente disminuido. Y nuevamente, un error puntual tumbó cualquier intento de reacción. En una jugada que debía ser de seguridad, Ania Mejía y Annie Karich no se entendieron; el balón quedó servido para Diana Ordóñez, quien marcó el 1-0 que definió el campeonato.

Tras ese golpe, América volvió a apagarse, incapaz de reconstruirse sobre la marcha, repitió el patrón que tantas veces lo ha condenado en las Finales.

Pero el análisis no puede quedarse solo en lo emocional. También hay aspectos a evaluar en el banquillo. Villacampa, a pesar de su capacidad para construir equipos competitivos, ha sido cuestionado por su escasa reacción en momentos críticos. 

Los cambios suelen llegar tarde o no responden a la urgencia del partido. El ejemplo más mencionado por la afición es el ingreso de Chidinma Okeke, quien venía de una lesión y no destaca por su velocidad, para intentar contener a Thembi Kgatlana, una de las jugadoras más poderosas y desequilibrantes de la liga. Un duelo completamente desigual que evidenció decisiones difíciles de justificar a nivel táctico.

Así, el América Femenil vive atrapado entre dos realidades: la de un equipo brillante y competitivo, y la de un conjunto que se derrumba en el escenario más grande. Para Villacampa, la deuda ya no es solo deportiva, sino emocional. Porque su obra, tan consistente y vistosa, no ha encontrado la forma de hacerse pesar en Finales. Y mientras la historia siga repitiéndose, la pregunta inevitable volverá a surgir: ¿qué le falta al América para finalmente romper el ciclo?

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