

La desconexión rayada
El equipo de Alonso ha perdido más de lo que ha ganado en un año. El club tiene un encadenamiento de fracasos con altos costos deportivos y económicos.
Por Mario Sánchez | FOTO:
La desconexión rayada
El equipo de Alonso ha perdido más de lo que ha ganado en un año. El club tiene un encadenamiento de fracasos con altos costos deportivos y económicos.
Por Mario Sánchez | FOTO:
La desconexión rayada
10 - diciembre - 2018
Rayados había jugado muy bien los tres juegos anteriores al derrumbe en el Azteca. Sin embargo, dio la sensación de que ese envión o ese convencimiento no estaba preparado para situaciones límites.
El equipo no fue capaz de confirmar todo lo bueno que había ejecutado en la Liguilla, sino todo lo contrario. Lo suyo fue cuestionable al demostrar cierta cobardía deportiva. El golpe ante Cruz Azul se midió desde las formas y en ese ítems, Rayados fracasó rotundamente.
La desafortunada noche del Azteca mantuvo los fantasmas a flote, esos que arrastra desde aquel 10 de diciembre donde nada ha sido igual para el Monterrey.
A Alonso le llevó todo un año para darse cuenta que desde el discurso ya no se gana nada y que el contexto es mucho más preocupante de lo que pueda hacer su equipo en la cancha.
Rayados ha perdido mucho de diciembre a diciembre. El volver a empezar después de aquel mazazo de Tigres se hizo eterno. Levantarse no le fue fácil ni lo será porque el dolor ha sido bastante fuerte, más allá de que se quiera minimizar.
Nunca más se llenó el BBVA, por ejemplo, si es que vale la referencia para acentuar el costo deportivo y económico que han tenido tantos intentos fallidos.
La gente, principal cliente de la franquicia, entendió y entiende que le siguen metiendo el dedo en la boca en una época donde debería existir más sensibilidad y menos altanería.
Donde debería haber más gestos humildes para recuperar adeptos que un trato de club rico, como si la obligación fuese pagar por lo que alguna vez le dio el equipo y no por lo que actualmente le da.
En Rayados hoy hay una desconexión terrible entre equipo y afición. Existe un ambiente de desconfianza permanente, de poca fe y de rechazo a una gestión dirigencial deportiva que continúa tropezando con declaraciones desafortunadas y ajenas al contexto.
En esa atmósfera contaminada, Alonso debió hacer funcionar a un cuadro que no se renovó y al que ya le pesa, sobre todo a los históricos, reconfigurarse a cada rato para tratar convencer y contagiar.
Rayados parece que juega más con el propósito de pedir perdón por lo pasado, que por convicción en el presente. Alonso habló de tener “animales competitivos”, pero está en duda si su equipo realmente lo es.
Una cosa es tener nombres propios que ilustran una plantilla y otra muy diferente es contar con buenos rendimientos. El chavo Rodríguez en un puñado de partidos, si vamos al caso, fue mucho más productivo que lo de Pizarro en todo un año.
No hay que medir a Rayados por los apellidos. El equipo quizás necesite un grupo de muy buenos jugadores, ya sea de las Básicas, mediáticos o no, y no tanta crema. Nico Sánchez, un desconocido sin cartel, terminó siendo un símbolo para la tribuna porque hizo más goles que Funes Mori. A veces el huevo dice más que la gallina.
Pero no hay que engañarse: Rayados apenas jugó muy bien seis partidos en un año, no tiene una idea clara hacia dónde va y, mientras no logre superar sus propios traumas competitivos y no le ofrezca a su pueblo beneficios sin desangrarlo, ya nada será igual. De hecho, es probable que en el torneo que viene, en el BBVA, se vaya a notar aún más.