La, maldición, del, quinto, partido, la, obsesión, que, persigue, al, fútbol, Mexicano

Sí existe el quinto malo, por lo menos en la historia de la Selección Mexicana.

Por Redacción ONCE | FOTO: Especial

Jueves 23 de octubre de 2025

En el imaginario del fútbol mexicano existe una barra que ha definido la historia moderna de la Selección Nacional; probablemente se trate de una de las metas más deseadas de alcanzar, pues, no se trata de una final ni de un trofeo, sino de un quinto partido. Alcanzar los cuartos de final en una Copa del Mundo se ha convertido en una obsesión nacional, en la prueba de fuego que, durante décadas, El Tri no ha logrado superar, alimentando una leyenda de frustración y drama.

Pero aunque muchos puedan llegar a verlo como un dato estadístico cualquiera, este fenómeno se ha convertido en un tema de conversación que paraliza al país cada cuatro años, una especie de maldición que se analiza desde todos los ángulos.

Una historia de frustración constante

La historia de esta maldición es tan consistente que parece que constantemente estamos ante una profecía, pues, desde el Mundial de Estados Unidos 1994, la Selección Mexicana ha logrado superar la fase de grupos de manera ininterrumpida, un logro que muchas potencias mundiales envidiarían. Sin embargo, en cada una de esas ediciones, el sueño terminó abruptamente en la misma instancia: los octavos de final. 

Desde 1994 hasta 2018 hemos logrado competir por la Copa del Mundo, pero en todas ellas México llegó al cuarto partido solo para caer eliminado. La historia se ha repetido con una crueldad matemática…

Después de que la Selección Nacional superara la fase de grupos, en varias ocasiones dejando en evidencia un estilo de fútbol vistoso y, a menudo, generando una fuerte ilusión en los fanáticos, todo esto se venía abajo cuando en los octavos nos encontrábamos frente a una potencia mundial.

Cualquier análisis de una casa de apuestas de la época reflejaba esta realidad, colocando a “El Tri” como el no favorito ante gigantes como Alemania, Argentina o Brasil. Y es que parece que todo el valor y la estrategia con la que se puede llegar a competir no vale de nada porque el resultado siempre será el mismo, lo que ha dejado en los últimos años una profunda y dolorosa sensación de “casi”.

Las cicatrices que dejaron derrotas inolvidables

Algunas de estas eliminaciones se han sentido como puñales directo al corazón, y han marcado como hierro incandescente nuestra memoria.

Podemos recordar como en Alemania 2006, México jugó uno de sus mejores partidos en la historia de los Mundiales contra una Argentina llena de estrellas. Tras un golazo de Rafa Márquez, el equipo compitió de igual a igual, forzando la prórroga. Fue entonces cuando un remate de volea de Maxi Rodríguez desde fuera del área se convirtió en un golazo que quedó en la historia de los mundiales, sentenciando la eliminación de un equipo que merecía más.

Ahora avancemos ocho años en el futuro, cuando en Brasil 2014, la herida fue aún más profunda: México ganaba 1-0 a los Países Bajos a falta de pocos minutos para el final. En estos últimos minutos, parecía que El Tri estaba por romper la maldición; ese quinto partido parecía finalmente una realidad alcanzable… Pero un gol de Wesley Sneijder y un polémico penal sobre Arjen Robben en el tiempo de descuento dieron la vuelta al marcador de la forma más cruel posible.

¿Barrera futbolística o bloqueo mental?

La pregunta que todo el país se hace es por qué ocurre esto y si alguna vez saldremos de esta maldición, y parece que existen dos grandes explicaciones. Una de ellas tiene que ver con un factor puramente futbolístico porque en la mayoría de esas eliminaciones, México se enfrentó a selecciones que, en el papel, eran superiores, potencias con jugadores en los mejores clubes del mundo. Si lo vemos desde esta perspectiva, no se trata de una maldición, sino de la lógica del propio deporte.

Sin embargo, también tenemos la explicación psicológica, que probablemente sea una de las que más resuena y una de las más factibles. Tener el mismo desenlace más de dos veces seguidas ha creado un peso histórico inmenso, haciendo que la presión mediática y la ansiedad de todo un país se traslade a la cancha, lo que puede ocasionar que en los momentos de máxima tensión, esa carga pueda jugar en contra de los futbolistas. 

En estas instancias, la fortaleza mental de los deportistas se pone a prueba de una manera extrema, y si bien se trata de algo trabajable, también es cierto que la duda de si “volverá a pasar lo de siempre” puede generar un bloqueo que impide dar ese último paso.

Parece que la Selección Nacional es la única en el fútbol mundial que sufre de este fenómeno, donde demuestra consistentemente tener el nivel para competir con los mejores en la fase de grupos, pero que parece toparse con una pared invisible en el momento de la verdad. 

Pero lo cierto es que la obsesión por el quinto partido es una mezcla de mala suerte, rivales de jerarquía y, sobre todo, una batalla mental contra los fantasmas del pasado, y esperamos que en este Mundial 2026 la historia pueda ser diferente. 

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