MIÉRCOLES 24 ABRIL, 2024

Doble tragedia 

Martes 16 de junio de 2020

Dicen los que saben que para llegar a Primera División y destacar en el mundo del futbol, hace falta lo que se necesita para bailar La Bamba: "Una poca de gracia y otra cosita"...

Y ni cómo contradecir esto que podría ser una verdad de a kilo.

Hace días, charlando vía remota con Pancho el Potrillo Avilán, comentaba de Octavio el Centavo Muciño, aquel ariete de piel morena, peinado de Príncipe Valiente y sonrisa amable que jugó para Cruz Azul, Chivas y Selección Nacional.

A Pancho, que era un veloz gambetero que volaba pegadito a las bandas, lo llevó Chivas a su corral e hizo dupla con Muciño un rato. 

El Centavo era aguerrido, bravo como pocos.

Le pregunté al profe Avilán que, por su forma de jugar, si lo comparara con delanteros más recientes, ¿a quién se parecería?  Lo describía del físico de Juan Carlos Cacho o JJ Macías, pero temerario como un Pepe Cardozo, de esos tipos que como defensa no quieres cerca de ti y sabes que en cualquier momento se te va a echar encima como un toro. De esos que no puedes amedrentar con nada y por el contrario imponen respeto.

Técnicamente era muy dotado para jugar, mucho más que Horacio López Salgado, no se diga de un atrabancado, pero efectivo Enrique Borja, más que el toluqueño Vicente Pereda, que un incipiente Ricardo Chavarín que empezaba a despuntar en Atlas o un Alfredo Alacrán Jiménez, que comenzaba a hacer sus pininos en Rayados.

Con el TRI, Muciño le hizo cuatro goles a Antillas Holandesas en el Premundial de Haití en 1973, en el triunfo de 8-0; López Salgado hizo dos más, Manuel Lapuente y Héctor Pulido, uno cada uno. En ese momento México intentaba obtener el único boleto de Concacaf para el Mundial de Alemania 74. 

Ése Premundial en Puerto Príncipe fue patético...

El equipo mexicano fue eliminado tras empatar ante GuatemalaHonduras, ser goleado 4-0 por Tobago. Aunque venció a Haití y a Antillas, ya estaba fuera del Mundial.

Los protagonistas y sus críticos creen que fueron embrujados, que hubo mucho desorden, que hubo mucho alcohol que les regalaron y que a varios "les dio frío"... que a la hora buena o estaban de verdad o falsamente lesionados –como llegó a sugerir Rafa Puente, el segundo arquero, aludiendo entre otros al titular Nacho Calderón-. Sugestionados por el vudú haitiano o sencillamente les tembló el espíritu.

Fue una época de terror donde recibieron como bautizo el apodo de Ratones Verdes, que luego les aplicarían de nuevo cuando ya en Argentina 78, los llamaron igual.

Una desgracia, por partida doble...

México no pudo acudir al Mundial, pero de haber clasificado, Muciño no hubiese muerto. No en ese momento; no en esa forma.

Octavio, apenas de 24 años murió trágicamente, luego de que un junior tapatío lo baleara tras una discusión en un restaurante.   

La noche del 30 de mayo de 1974, Octavio llegó a cenar con tres amigos y con las parejas de cada uno al Carlos O'Willys, de Guadalajara.

Un tipo de nombre Jaime Muldoon Barreto, ya entrado en copas, comenzó a echar habladas como en una cantina hacen desfiguros los borrachos; el agresor, partidario del Atlas, insultó a Muciño. Éste se paró y se fue a los golpes contra Muldoon, pero los detuvieron.

El tipo se fue y las parejas cenaron a gusto.

Terminada la reunión, cuando salió al estacionamiento, lo vio recargado en su auto Ford Galaxie, color rojo; Muciño se dirigió tranquilamente a hacer las paces extendiéndole la mano a Muldoon, quien lo recibió con tres disparos que hicieron blanco en su cuerpo.

A pesar de los esfuerzos médicos, Muciño murió el 3 de junio en el hospital.  Por cierto, el homicida, hijo de un acaudalado empresario de Guadalajara de origen irlandés huyó a Europa y el crimen quedó impune.

De haber clasificado México al Mundial, el Centavo no habría estado en Guadalajara, sino en la concentración del Tri en Alemania, donde 10 días más tarde arrancó la Copa del Mundo...

No sabemos si de verdad existió alguna maldición, el caso es que el fin de Muciño llegó en forma trágica, cuando estaba por despuntar su carrera y nadie pagó por su muerte. 

Verdaderamente lamentable.

 

Histórico