Dali Guerrero

LEGADO EN ACTIVO

Miércoles 26 de noviembre de 2025

En Tigres hay algo que se empieza a sentir en el ambiente: el peso de los años. No es un secreto que la generación más ganadora en la historia del club está recorriendo sus últimos capítulos. Nahuel Guzmán y André-Pierre Gignac, símbolos absolutos de esta época, poco a poco tejen sus últimos recuerdos junto al equipo.

Sin embargo, y más allá de la nostalgia, el conjunto universitario está viviendo un fenómeno peculiar: sus líderes no se resisten al paso del tiempo, lo están acompañando.

Porque si algo distingue a estos jugadores es que no solo ganaron títulos, también crearon cultura. El Patón con su presencia y forma de competir bajo los tres palos; el francés con su liderazgo, capacidad goleadora y relación con la afición. Todos esos valores, que durante años definieron al equipo, ahora los están transmitiendo, de forma natural, a una generación que viene empujando.

Este relevo no está ocurriendo en silencio. Es visible en los entrenamientos, en las charlas entre veteranos y jóvenes: cómo Nahuel trabaja con los porteros que vienen detrás para pulirlos, como Antonio Carrera o Fernando Tapia; cómo Gignac habla con los elementos más jóvenes: los corrige, enseña y aconseja, como lo hace con Diego Sánchez.

Tanto Guzmán como Gignac saben que su carrera está más cerca del final que del principio, pero también entienden que no se trata solo de despedirse, sino de dejar algo más valioso que los goles o las atajadas: legado. Y qué mejor que instruir y dejar una huella en los más chicos.

Y Tigres, como institución, se encuentra justo en ese punto donde el tiempo te obliga a pensar hacia adelante. Esta generación no durará para siempre, pero lo que sembraron las leyendas sí puede hacerlo. La responsabilidad ahora recae en los que siguen, en los jugadores que están aprendiendo lo que significa competir, ganar y sostener un proyecto que lleva años instalado en los altos niveles del futbol mexicano.

El cierre de ciclo es una transición inevitable, pero también una oportunidad para que el club se reinvente sin perder su esencia. El club auriazul deja atrás una época gloriosa, sí, pero lo está haciendo con una madurez poco común: sus líderes no se aferran, acompañan. No se quedan con lo suyo, lo comparten. Y ese quizá sea el factor por el que actualmente el cuadro funciona de forma positiva: porque entre los líderes veteranos, los nuevos y los jóvenes, trabajan en colectivo. Están abiertos a enseñar, aprender y sumarle al equipo, que es lo más importante.

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Dali Guerrero