Lunes 10 de febrero de 2020
De aquel Rayados de diciembre a este de febrero sólo queda la nostalgia como disparador emocional entre lo que fue y lo que quiere ser el equipo de Mohamed. No ha quedado nada rescatable, ni en forma ni en futbol.
La crisis, que podría prolongarse, ya no se resolverá con una aspirina anímica y esto pone en duda, o en todo caso confirma, que lo del semestre pasado fue algo sobrenatural, extraño y ligado a muchas cuestiones aleatorias que suele ofrecer el futbol para que, con un golpe de suerte, se logre fertilizar un suceso.
Mohamed es hombre de sucesos, de episodios cortos, de rachas, de cábalas y de mucha fortuna. Si todo esto se combina, casi siempre llega hasta una Final. El último título quedó retratado con ese perfil que define al entrenador.
Pero como todo fenómeno surgido de la nada, no tiene bases sólidas. Era difícil explicar en diciembre cómo un equipo que venía a los tumbos de repente fue campeón. No había demasiados argumentos o precedentes deportivos para sostener semejante milagro.
Esos oasis en el futbol suelen desaparecer a la misma velocidad con la que surgieron porque no son consecuencia de un proceso, sino de un momento de lujuria futbolística. Rayados aprovechó todo ese envión y esa fiebre tuvo el final que todos conocemos.
Ahora bien, lo que se está viendo hoy de Rayados es la antítesis de lo otro. Ha quedado expuesta la cara natural de su juego, esa que está sujeta a una ejecución sin valor agregado, sin fondo, sin luces, sin nada que lo haga sustentable desde la capacidad colectiva.
Se apagó el suceso y nada activa el proceso porque las condiciones son otras. Ahora es cuando Mohamed tiene que equilibrar un plan a largo plazo, pero se topa con respuestas individuales que han perdido nivel en la adversidad. Jugadores desenchufados y distanciados del modelo.
En una etapa donde se debería confirmar aquel veranito de diciembre, Mohamed no logra darle la articulación adecuada a un cuadro que se autodestruye ante el más mínimo sacudón emocional.
Es por eso que la realidad actual quizás sea más cercana a lo que puede dar este equipo, pero Mohamed hasta ahora se ha resignado a patear el tablero, a modificar patrones y jugadores, sobre todo cuando la idea se resiente por razones mentales y futbolísticas.
A Mohamed se le cayó el equipo y a los jugadores, el hambre. No es cuestión de esperar un calendario "más fácil" para reconstruirse. No pasa por la categoría del rival, sino por la categoría que ha perdido un Rayados que, así como de la nada fue campeón, de la nada hoy es un papelón. Sin escalas.