
RAMOS, EL PEOR REFLEJO
Jueves 25 de septiembre de 2025
Sergio Ramos no es el que creían que iba a ser en Rayados. Más allá del penal que erró en Toluca -sobrado y cargado de crema innecesaria-, su nivel es comparable con la de un canterano, si no es que el juvenil pone más ganas.
Lo trajeron encandilados por su exitoso currículum y, se supone, para "liderar" la defensa y a un equipo ausente de un caudillo. Ramos hoy no llena ninguno de estos dos casilleros.
A Ramos todo le resbala. No vino a buscar más gloria a México. No la necesita. Vino a capitalizar económicamente todo lo que pueda antes de retirarse.
Le da lo mismo jugar, ganar o perder. Sólo algún ingenuo pensará que Ramos deja el alma por la camiseta. No se siente con la obligación de cumplir en la cancha. Sí afuera. Su contrato está blindado y seguro. Ni siquiera se divierte. Parece que le dan hueva los partidos.
Sabe que nadie lo va a insultar. Como central, se hizo de un nombre propio en Europa. Acá ni siquiera juega con los retazos de su carrera. Ya le empezaron a ganar de cabeza y ni hablar en los manos a manos: su lentitud es asombrosa.
La única garantía que ofrece Ramos -y por contrato- es la de participar en cuanto panorámico publicitario se le requiera. Defendiendo es un volado. Su inseguridad se traslada al resto, que ven en él a un líder que algún día fue y que hoy no es.
La directiva de Rayados juega su propia competencia tratando de llenarse de extranjeros carísimos como si eso le fuera a asegurar algo. Un marketing vacío de futbol. Nombres sueltos, figuras de papel. Cada quien juega su partido personal. No hay equipo.
Hace más de 10 años que Rayados no logra estabilizar una idea de juego. Siempre fueron a contramano el entrenador en turno y los jugadores que se heredan de un proceso a otro. Así es muy difícil. Es un rejunte de futbolistas librados a la suerte. No hay una identidad.
La "moda" ahora es traer europeos. Todos sin saber si Rayados los necesita. La cuestión es inflar la imagen del club y esperar que algunos de ellos saque un poco de talento para ganarle a rivales accesibles.
Torrent solo se queda con los pocos minutos que el equipo puede estar inspirado en un partido. El técnico habla mucho y demuestra poco. Los jugadores dicen que "hay que trabajar". ¿Qué hacen entonces en toda la semana? Justificaciones tan precarias como su futbol.
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