Betsy Hernández

SEMILLAS DE FUTURO

Miércoles 11 de junio de 2025

En medio de un panorama que por años ha estado marcado por la falta de estructura, recursos y visión a largo plazo, el futbol femenil mexicano comienza a dar señales claras de un proyecto que, si se mantiene con seriedad y compromiso, puede transformar para siempre el destino del Tri

Las recientes clasificaciones de los representativos Sub 17 y Sub 20 a sus respectivos mundiales no son hechos aislados: son el fruto de un trabajo que por fin empieza a germinar, aunque todavía tiene muchas áreas de oportunidad.

El futbol femenil en México ha sido históricamente marginado, tratado con desdén por parte de una Federación que hasta hace apenas una década destinaba esfuerzos mínimos para su desarrollo. 

La creación de la Liga MX Femenil en 2017 fue el primer paso fundamental para cambiar ese paradigma. Con ella llegaron oportunidades, visibilidad y una cantera que se comenzó a nutrir de forma sistemática. Lo que estamos viendo ahora con las selecciones juveniles es la consecuencia directa de haber apostado por un modelo competitivo y formativo.

Los logros de las categorías inferiores no deben medirse únicamente en triunfos y clasificaciones, ya que es mucho más que eso. Representan la consolidación de un proceso que ha permitido que más niñas y jóvenes vean el futbol como una posibilidad de vida, una carrera profesional y una forma de representar al país con orgullo. Son señales de que hay talento y de que está empezando a ser guiado con intención y dirección.

Sin embargo, no podemos caer en el triunfalismo. El camino apenas comienza. A pesar de los avances, las brechas con las potencias del futbol femenil siguen siendo profundas. El desarrollo físico, táctico y psicológico de las jugadoras debe seguir fortaleciéndose desde etapas tempranas. 

Además, el gran reto es la continuidad. México ha sido históricamente hábil en celebrar resultados puntuales sin construir sobre ellos. El verdadero valor de esta doble clasificación radica en su potencial para cimentar un proyecto nacional coherente, en el que las categorías inferiores no sean vistas como un fin en sí mismas, sino como el principio de una identidad futbolística que permee hasta la Selección Mayor

El futbol femenil mexicano tiene una oportunidad histórica. Las jóvenes que hoy celebran su boleto al Mundial son las mismas que podrían liderar a México en la categoría absoluta dentro de cinco u ocho años. El futuro no se construye con discursos, sino con proyectos y, ahora más que nunca, hay uno que merece crecer.

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Betsy Hernández