Betsy Hernández

ROMPIERON EL MOLDE

Sábado 08 de noviembre de 2025

El tercer lugar del Tri Femenil Sub 17 en el Mundial de Marruecos no fue un premio de consolación, fue una declaración de intenciones. México dejó de ser espectador para convertirse en protagonista en competencias juveniles. Las de Miguel Gamero superaron expectativas y derribaron cualquier duda sobre su capacidad. Pero por encima de cualquier análisis táctico, este torneo tendrá un nombre propio grabado en su memoria: Valentina Murrieta.

Lo suyo no fue casualidad ni un golpe de suerte, fue carácter, talento y templanza en los momentos que definen carreras. La portera del América se convirtió en la columna vertebral del equipo dirigido por Miguel Gamero. 

En los Cuartos de Final ante Italia, un partido que se jugó al borde del colapso emocional, detuvo dos penales en tiempo regular y uno más en la tanda decisiva. Sin esa actuación, el viaje habría terminado antes de llegar al capítulo más dulce.

El Tri alcanzó las Semifinales y, aunque cayó frente a Países Bajos, lo hizo con la cabeza alta, convencido de que su techo aún está por descubrirse. Llegó entonces Brasil, un rival que siempre pondrá a prueba la personalidad de cualquiera. Y ahí volvió a emerger Murrieta, enorme.

Primero, contuvo los embates en el tiempo regular; luego, en la definición por penales, volvió a vestirse de heroína al atajar dos disparos que sellaron el tercer lugar para México. Si había dudas sobre su potencial, las borró con guantes y reflejos.

Ahora bien, esta hazaña no solo debe celebrarse, sino sostenerse. El Tri Sub 17 mostró una generación competitiva, valiente y madura, pero necesita un puente real hacia la Primera División y la Selección Mayor. Ser parte del podio mundial debe implicar inversión, continuidad y planificación. Estos éxitos no se improvisan y, por otro lado, se pueden esfumar si se les descuida.

Valentina Murrieta es hoy la prueba de que México es capaz de presumir porteras para la historia. Ella marcó la diferencia, ella sostuvo el sueño, ella abrió una puerta que el futbol femenil mexicano ya no debería cerrar. Este bronce, con sabor a revolución, es apenas el comienzo.

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Betsy Hernández