Lunes 22 de noviembre de 2021
Rayados hizo de la efectividad un culto, lo llenó de goles al Cruz Azul y entró a la Liguilla sacando pecho, cargado de motivación y confianza. Llegó a tierra prometida después de tanta incertidumbre.
Rayados ganó bien. Un triunfo inobjetable desde el resultado. En cada uno de los cuatro goles justificó su momento en el partido. Mérito a la insistencia. Salió a protegerse y enseguida encontró un contexto favorable. Lo aprovechó. Cuando el juego le pidió contundencia, la tuvo, algo que sufrió en los últimos juegos del torneo.
Este punto es clave. No hay que olvidarse que cuando a este Rayados se le abrió el arco durante el torneo, fue letal. Se enrachó y ofreció garantías en su juego.
Sin embargo, cuando no tuvo gol, su funcionamiento se ralentizó. Eso ha sido muy evidente. Rayados nunca ha jugado decente cuando no hizo goles. Al contrario, se hundió, se quedó sin sustento, sin combustión. Tuvo miedo a perder.
Ha quedado claro que Rayados necesita de un ataque con mucha efectividad para conectar con el triunfo. Aunque parezca algo lógico y común, no lo es para un equipo que solo sabe manejar su estado de ánimo en un partido cuando el resultado es amplio.
Necesita hacer muchos goles para sentirse seguro. Rayados no está cómodo manejando mínimas ventajas. De hecho, la especulación lo condena, pero muchas veces ha elegido esa postura provocada por sus propios temores.
Frente al Cruz Azul, Aguirre soltó al equipo, pero también se “reforzó” atrás cajoneando a Kranevitter entre los centrales. Una decisión que nunca había presentado como opción oficialmente. Con este plan, las subidas de Érick Aguirre fueron determinantes por la derecha.
Rayados jugó largo y con rápidos movimientos de ataque. La diferencia respecto a otros partidos es que en el área adversaria tuvo de aliada la contundencia. No hay mejor ataque que aquel que termina las jugadas y si éstas acaban en gol, es doblemente redituable.
En la Liguilla, Rayados no dependerá tanto de cómo juegue, sino de la puntería que tenga. Tiene ese hándicap que le ayuda a ganar partidos, pero si no lo capitaliza de buena forma, casi siempre queda al límite de la derrota.