Betsy Hernández

EL PRECIO DE NO FRENAR

Miércoles 03 de diciembre de 2025

En los últimos meses, el tema de las lesiones en América Femenil ha sido una preocupación constante. No es casualidad. Mientras prácticamente toda la Liga MX Femenil entraba en su habitual pausa tras concluir la actividad del Apertura 2025, el conjunto azulcrema tomó una ruta distinta: seguir entrenando con intensidad para preparar su participación en el World Sevens Football, un torneo amistoso de fútbol rápido que, en teoría, buscaba mantener el ritmo competitivo. Sin embargo, esa decisión terminó cobrándoles una factura demasiado elevada.

La lesión de Bruna Vilamala lo confirma. La española —una de las jugadoras con mayor proyección en el plantel— sufrió una lesión del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda durante uno de los entrenamientos posteriores al torneo local

El diagnóstico fue inmediato y contundente: cirugía obligada y una recuperación que se extenderá por casi todo el 2026. Un golpe durísimo para el club, para la jugadora y para el proyecto deportivo que América había construido alrededor de su desequilibrio y capacidad ofensiva.

Lo verdaderamente preocupante es que este caso no surge en el vacío; aparece en un entorno donde ya se había discutido la carga física y la racha de lesiones que había afectado al equipo durante la temporada. 

En lugar de una pausa estratégica para recuperar cuerpos y mentes, América optó por mantener el acelerador presionado. Y si bien la intención puede haber sido positiva —no perder ritmo, ensayar variantes, sostener la competitividad—, el resultado expone una pregunta incómoda: ¿valía la pena arriesgar tanto por un torneo amistoso?

En un deporte que cada vez exige más profesionalización, la gestión de cargas no es un lujo, sino una obligación. Equipos de élite alrededor del mundo han entendido que el descanso es tan determinante como el entrenamiento. 

América Femenil, en cambio, parece haber caído en la trampa de creer que la continuidad siempre es sinónimo de crecimiento. Hoy, con una baja de gravedad y una futbolista que enfrentará un largo y complejo proceso de recuperación, el costo de esa elección se vuelve imposible de ignorar.

La ausencia de Vilamala marcará inevitablemente el 2026 para las azulcremas. Pero más allá del daño deportivo, la situación deja una lección imprescindible: ninguna preparación, por más ambiciosa que sea, puede justificarse si pone en riesgo la salud de las jugadoras. 

El fútbol exige intensidad, sí, pero también exige responsabilidad. Y esta vez, América terminó aprendiendo esa diferencia del modo más doloroso. Otra vez

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Betsy Hernández